Constancio Cloro, el César que forjó un nuevo imperio

En la compleja transición del Imperio Romano clásico al tardío, pocas figuras son tan cruciales y, a la vez, tan ensombrecidas como la de Flavio Valerio Constancio, apodado "Cloro" por su palidez. Como César de la Tetrarquía, demostró ser un estratega formidable, pacificando las Galias y logrando su mayor hazaña militar: la reconquista de Britania tras una década de secesión. Sin embargo, su verdadero legado trasciende sus victorias en el campo de batalla. Fue un administrador conocido por su moderación, especialmente por su aplicación laxa de los edictos anticristianos en sus territorios. Su mayor influencia en la historia fue, sin duda, ser el padre de Constantino el Grande. Al morir en Eboracum (York) en el 306, su ejército aclamó a su hijo como sucesor, desatando la cadena de eventos que desmantelaría la Tetrarquía y daría a luz a una nueva Roma cristiana.

EMPERADORES

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8/18/202511 min read

moneda de la epoca de constancio cloro
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El César Pálido: El hombre que engendró una nueva era

En los anales de la historia romana, existen figuras cuyo legado queda a menudo eclipsado por la monumental sombra de sus sucesores. Son los pilares sobre los que se construyeron imperios, los eslabones cruciales en la cadena de la historia cuyo propio brillo parece atenuado por el sol que ayudaron a nacer. Ningún emperador encarna mejor esta paradoja que Flavio Valerio Constancio, más conocido por su apodo póstumo, Constancio Cloro, "el Pálido". Padre de Constantino el Grande, su vida y su reinado no fueron un mero preludio, sino la zapata indispensable sobre la que se edificó el Imperio Romano tardío y, con él, el germen de la Europa cristiana. Fue un soldado ilirio, un administrador cauto y un estratega brillante cuya carrera se forjó en las turbulentas fronteras de un imperio en crisis, y cuya muerte en la lejana Britania desató la tormenta que cambiaría el mundo para siempre. Esta es la historia del hombre que estabilizó Occidente, reconquistó una provincia perdida y, en su acto final, entregó el futuro a su hijo, el arquitecto de una nueva Roma.

Orígenes y Ascenso en la Sombra

La segunda mitad del siglo III fue una de las épocas más caóticas de la historia romana. El Imperio se tambaleaba bajo el peso de la anarquía militar, las invasiones bárbaras, las crisis económicas y una sucesión interminable de "emperadores de barracón", proclamados y asesinados por sus propias legiones con una rapidez vertiginosa. En este crisol de violencia y oportunidad nació, alrededor del año 250, un hombre llamado Flavio Valerio Constancio en la provincia de Dardania, en la península balcánica.

Sus orígenes, como los de muchos de los grandes líderes de la época, eran humildes pero marciales. La región de Iliria se había convertido en la principal cantera de soldados y oficiales del ejército romano, hombres duros, disciplinados y leales, que veían en la milicia la única vía de ascenso social. Aunque una fuente posterior, la Historia Augusta, intentó ennoblecer su linaje conectándolo con el emperador Claudio II el Gótico, esta genealogía es hoy considerada una invención propagandística, creada probablemente bajo el reinado de su hijo Constantino para legitimar la nueva dinastía. La realidad es que Constancio era un producto de la meritocracia militar iliria.

Su carrera temprana es en gran parte desconocida, pero es seguro que ascendió con firmeza a través de los rangos del ejército. Sirvió con distinción bajo los emperadores Aureliano y Probo, participando en las campañas que lograron reunificar temporalmente el Imperio. Durante este periodo, probablemente como oficial, conoció a una mujer de orígenes igualmente modestos procedente de Bitinia, Helena. Aunque la naturaleza exacta de su relación es objeto de debate —algunos historiadores sostienen que fue su esposa legítima, otros que fue su concubina—, su unión fue trascendental, pues de ella nació, alrededor del 272 en Naissus (la actual Niš, en Serbia), su hijo: Constantino.

El ascenso de Constancio se aceleró bajo el emperador Carino. Fue nombrado protector Augusti nostri (protector de nuestro Augusto) y, posteriormente, alcanzó el cargo de gobernador de Dalmacia. Su reputación como militar competente y administrador fiable no pasó desapercibida para Diocleciano, el hombre que pondría fin a la Crisis del Siglo III. Cuando Diocleciano tomó el poder en 284 y designó a su compañero de armas Maximiano como co-emperador (Augusto) en Occidente un año después, ambos entendieron que el Imperio era demasiado vasto y sus problemas demasiado complejos para ser gobernados por solo dos hombres.

Así nació la Tetrarquía en el año 293. Diocleciano y Maximiano, como Augustos, adoptaron a dos sucesores con el título de Césares. Galerio fue el elegido de Diocleciano en Oriente, y para Occidente, Maximiano, por consejo de Diocleciano, eligió a Constancio. Este nombramiento marcó el punto de inflexión en su vida, pero exigió un sacrificio personal que definiría la política de la época. Para sellar su entrada en la familia imperial, Constancio tuvo que repudiar a Helena y casarse con Flavia Maximiana Teodora, la hijastra de Maximiano. Este matrimonio de estado, que le dio seis hijos, cimentó su posición y le integró plenamente en la nueva estructura de poder, aunque el afecto por su primer hijo, Constantino, nunca desapareció.

El César de Occidente: La Galia y Britania

Como César de Occidente, a Constancio se le asignaron las provincias de la Galia y Britania, junto con la tarea de defender la crucial frontera del Rin. No era una misión sencilla. La Galia había sido devastada por décadas de incursiones germanas y revueltas internas, y Britania se había escindido del Imperio bajo el control de un usurpador.

Su primer gran desafío fue enfrentarse a Carausio, un comandante naval menapio que, en 286, había aprovechado su flota para declararse emperador de Britania y del norte de la Galia. Carausio era un enemigo formidable; su control del Canal de la Mancha le hacía inmune a un ataque directo. La estrategia de Constancio fue metódica y paciente. En lugar de lanzarse a una invasión naval arriesgada, se centró primero en debilitar la base de poder continental del usurpador. En 293, marchó sobre Gesoriacum (la actual Boulogne), el principal puerto de Carausio en la Galia. En una brillante proeza de ingeniería militar, bloqueó la entrada del puerto con un dique, atrapando a la flota rebelde y forzando la rendición de la ciudad.

Este golpe desestabilizó fatalmente el régimen de Carausio, quien fue asesinado por su propio ministro de finanzas, Alecto. Alecto se proclamó nuevo emperador, pero carecía del carisma y la habilidad militar de su predecesor. Con la Galia asegurada, Constancio pasó los siguientes años consolidando la frontera del Rin y preparando meticulosamente la invasión de Britania.

En el 296, la operación anfibia se puso en marcha. Constancio dividió sus fuerzas en dos flotas. Una, bajo su mando directo, zarpó de Gesoriacum, pero fue retrasada por el mal tiempo. La otra, comandada por su prefecto del pretorio, Asclepiodoto, logró eludir a la flota de Alecto amparada por una densa niebla y desembarcó cerca de la actual Southampton. Alecto, sorprendido, se vio forzado a marchar desde Londinium (Londres) para interceptar a las fuerzas de Asclepiodoto, abandonando la defensa de la costa. En la batalla que siguió, probablemente en Hampshire o Berkshire, las legiones imperiales, más disciplinadas, aplastaron al ejército del usurpador. Alecto murió en combate.

Poco después, el propio Constancio desembarcó en Britania, probablemente en Kent. Marchó hacia Londinium, donde aniquiló a los restos de las tropas mercenarias de Alecto que intentaban saquear la ciudad antes de huir. Su llegada fue aclamada por los ciudadanos, un evento inmortalizado en un famoso medallón de oro encontrado en Arras, que muestra a Constancio a caballo siendo recibido por una figura femenina arrodillada (la personificación de Londinium) bajo la leyenda REDDITOR LVCIS AETERNAE ("Restaurador de la Luz Eterna"). La reconquista de Britania, tras una década de secesión, fue su mayor triunfo militar y una prueba contundente de su valía como estratega.

busto de constancio cloro
busto de constancio cloro

Emperador Constancio I Cloro. Fundido en el museo Pushkin después del original en Antik Sammlung, Berlí. Autor Shakko. Creative Commons Attribution 3.0 Unported.

Un Gobernante Cauteloso: Administración y Política Religiosa

Más allá de sus victorias militares, Constancio se ganó una reputación de gobernante moderado y justo, especialmente en comparación con sus colegas de la Tetrarquía, conocidos por su dureza y sus políticas fiscales opresivas. Las fuentes, aunque a menudo sesgadas a su favor por ser el padre de Constantino, retratan a un líder preocupado por el bienestar de sus súbditos. Se dice que fomentó una política fiscal más benévola, entendiendo que la prosperidad de las provincias era la base de la estabilidad del Imperio. El panegirista Eumenio relata cómo, al llegar a la Galia, encontró regiones empobrecidas y las revitalizó, ganándose el afecto de la población.

Su faceta más distintiva como gobernante se reveló en el año 303, cuando Diocleciano promulgó el primero de sus edictos contra los cristianos, dando inicio a la "Gran Persecución". En Oriente, los Augustos Diocleciano y Galerio aplicaron los decretos con un celo fanático, resultando en torturas, ejecuciones masivas y la destrucción sistemática de comunidades cristianas. En Italia y África, Maximiano también persiguió a los cristianos con severidad.

Sin embargo, en los territorios de Constancio, la Galia y Britania, la persecución fue notablemente leve. Fuentes cristianas como Lactancio y Eusebio de Cesarea, aunque críticos con la Tetrarquía en general, alaban la moderación de Constancio. Parece que cumplió con la letra de la ley de manera superficial para no desafiar abiertamente la autoridad de los Augustos: ordenó la demolición de algunas iglesias, edificios que al fin y al cabo podían ser reconstruidos. Pero se abstuvo sistemáticamente de aplicar las medidas más crueles. No buscó activamente a los cristianos ni ordenó ejecuciones, protegiendo "el verdadero templo de Dios", como decía Eusebio, refiriéndose al cuerpo humano.

Esta política de tolerancia pasiva es fundamental para entender el posterior desarrollo del Imperio. No solo preservó a las comunidades cristianas de Occidente, sino que probablemente influyó en la visión de su hijo. Constantino creció en la corte de Diocleciano en Nicomedia, donde fue testigo directo de los horrores de la persecución. Al mismo tiempo, veía el ejemplo de su padre en Occidente, demostrando que la estabilidad del estado no requería la aniquilación de un grupo religioso. Esta dualidad de experiencias forjaría su convicción de que el Imperio necesitaba una nueva política de cohesión religiosa, que culminaría en su propia conversión y en el Edicto de Milán.

Augusto y Muerte en Eboracum

El 1 de mayo de 305, en una ceremonia sin precedentes, Diocleciano y Maximiano abdicaron voluntariamente de su poder. La Tetrarquía había funcionado. Conforme al sistema, los dos Césares, Constancio y Galerio, fueron elevados al rango de Augustos. Galerio, como protegido de Diocleciano, asumió una posición de mayor influencia y se aseguró de que los dos nuevos Césares nombrados, Severo II en Occidente y Maximino Daya en Oriente, fueran hombres de su confianza.

Constancio se convirtió así en el Augusto principal de Occidente, con Italia, África y las provincias que ya gobernaba bajo su control. Su hijo Constantino, que había permanecido en la corte de Galerio como una especie de rehén de alto rango, solicitó permiso para unirse a su padre. Tras algunas vacilaciones, Galerio accedió. Constantino emprendió un viaje a toda velocidad a través de Europa y se reunió con Constancio en Gesoriacum justo cuando este se preparaba para embarcar en su última campaña.

El objetivo era la frontera norte de Britania, amenazada por las incursiones de los pictos. Padre e hijo cruzaron juntos el canal y marcharon hacia el norte, más allá del Muro de Adriano. La campaña fue un éxito y Constancio obtuvo el título de Britannicus Maximus II. Sin embargo, su salud, ya precaria, se deterioró rápidamente. Regresó al cuartel general de Eboracum (la actual York), la capital de la provincia de Britania Inferior.

Sintiendo que su fin estaba cerca, Constancio reunió a sus consejeros y, en un acto que sellaría el destino del Imperio, presentó a su hijo Constantino ante el ejército y lo declaró su único heredero. El 25 de julio del año 306, Constancio Cloro murió.

Inmediatamente después de su muerte, las legiones de Britania, leales a su memoria y carismáticamente atraídas por el joven Constantino, hicieron exactamente lo que la Tetrarquía había sido diseñada para evitar: ignoraron las reglas de sucesión y aclamaron a Constantino como nuevo Augusto. Este acto unilateral rompió el delicado equilibrio de poder. Galerio se vio forzado a reconocer a Constantino, pero solo con el rango menor de César, elevando a Severo II a la posición de Augusto de Occidente. Pero la caja de Pandora ya estaba abierta. La proclamación de Constantino inspiró a Majencio, hijo del viejo emperador Maximiano, a hacerse con el poder en Roma, desencadenando una serie de guerras civiles que durarían casi dos décadas y que solo terminarían con la victoria total de Constantino en el 324, convirtiéndose en el único soberano del Imperio Romano.

El Legado de "El Pálido"

Constancio Cloro gobernó como Augusto por poco más de un año, y su tiempo como César duró apenas una década. Sin embargo, su impacto fue inmensamente desproporcionado a la duración de su reinado. Fue un general eficiente que aseguró las fronteras occidentales y devolvió Britania al redil romano. Fue un administrador competente que alivió la carga fiscal de sus provincias. Y fue un hombre de una notable moderación religiosa en una era de fanatismo.

Pero su principal legado, sin duda, fue su hijo. Al proteger a los cristianos, sentó un precedente. Al mantener a Constantino a su lado, le preparó para el poder. Y al morir en Eboracum, en el momento preciso y en el lugar adecuado, le proporcionó la plataforma de lanzamiento perfecta. La proclamación de Constantino por las tropas de su padre fue el catalizador que desmanteló el sistema de Diocleciano y abrió el camino para una monarquía hereditaria y un Imperio cristiano. Constancio Cloro fue la figura de transición por excelencia: el último gran emperador de la vieja escuela pagana y militar, y el padre del primer emperador cristiano. Un hombre "pálido" en nombre, pero cuya influencia proyectó una de las sombras más largas y definitorias de la historia mundial.

Libros Recomendados

Para aquellos interesados en profundizar en la figura de Constancio Cloro y el fascinante periodo de la Tetrarquía, las siguientes obras, disponibles en español, son un excelente punto de partida:

  1. Goldsworthy, Adrian. La caída del Imperio Romano: El ocaso de Occidente. La Esfera de los Libros, 2016.

    • Aunque abarca un periodo más amplio, Goldsworthy dedica secciones muy claras y bien documentadas a la crisis del siglo III, la reforma de Diocleciano y la Tetrarquía. Es ideal para entender el contexto en el que Constancio ascendió y gobernó. Su estilo narrativo es muy accesible para el gran público.

  2. Southern, Pat. El Imperio Romano de Severo a Constantino. Editorial Crítica, 2004.

    • Este es probablemente uno de los mejores libros de síntesis sobre este periodo concreto. Pat Southern es una especialista en el ejército y la política romana, y ofrece un análisis detallado de la estructura de la Tetrarquía, las campañas militares (incluidas las de Constancio en Britania) y las complejidades políticas que llevaron a su colapso.

  3. Bravo, Gonzalo. Diocleciano y las reformas administrativas del Imperio. Ediciones Akal, 1991.

    • Un estudio más académico y específico, centrado en la figura de Diocleciano, pero indispensable para comprender el sistema en el que Constancio fue una pieza clave. Explica en profundidad la lógica detrás de la Tetrarquía y las reformas que transformaron el Imperio.

  4. Holland, Tom. Dominio: La forja del pensamiento occidental. Editorial Ático de los Libros, 2020.

    • Este libro no es una biografía de emperadores, sino una historia de cómo el cristianismo revolucionó el mundo. Dedica capítulos fascinantes a la Gran Persecución y al ascenso de Constantino. Ofrece una perspectiva brillante sobre la importancia de la política de tolerancia de Constancio y el cambio radical que supuso su hijo, situándolos en un contexto cultural y religioso más amplio.

mapa de la tetrarquía
mapa de la tetrarquía

Imperio romano en 305. Territorios correspondientes a los tetrarcas. Autor Marcomogollon
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