Constantino II: La Ambición Fraternal y la Memoria Perdida

Nacido en la púrpura imperial, Constantino II fue preparado desde la cuna para gobernar el vasto imperio forjado por su padre, Constantino el Grande. Como primogénito, su destino parecía asegurado, pasando dos décadas como César en las Galias, donde se curtió en la defensa de la frontera del Rin. Sin embargo, la muerte de su padre en 337 d.C. desató una feroz rivalidad fraternal. Convencido de su derecho de primogenitura y sintiéndose menospreciado en el reparto del poder, su ambición lo llevó a un conflicto directo con su hermano menor, Constante. Esta disputa culminó en una invasión malograda de Italia que le costó no solo la vida, sino también su lugar en la historia, condenado al olvido por sus vencedores.

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tio bolas

10/5/202514 min read

aureo de Constantino II
aureo de Constantino II

En el gran teatro del Bajo Imperio Romano, donde las dinastías se forjaban con la misma rapidez con la que se desangraban, la figura de Flavio Claudio Constantino, el segundo emperador en llevar ese nombre ilustre, representa un drama de potencial truncado y legado borrado. Como primogénito de Constantino I el Grande, el hombre que rehizo el mapa religioso y político del mundo romano, Constantino II fue investido de un poder casi divino desde su nacimiento. Criado para gobernar, pasó más de dos décadas como César en las provincias occidentales, una larga preparación para un destino imperial que parecía ineludible. Sin embargo, su historia no es la de un heredero que consolida el poder de su padre, sino la de una ambición desmedida que choca contra la de sus propios hermanos, culminando en una guerra civil fratricida. Su breve reinado como Augusto es un epílogo sangriento a una larga carrera como príncipe, una nota al pie en la gran sinfonía constantiniana. Su derrota y muerte a manos de las fuerzas de su hermano menor, Constante, no solo significaron su fin físico, sino también su aniquilación histórica. La damnatio memoriae que se le impuso ha dejado su figura envuelta en sombras, obligándonos a reconstruir su vida a partir de fragmentos, silencios e inferencias. Es la historia de un emperador cuyo mayor legado es, paradójicamente, el vacío que dejó en los anales de la historia.

Un Heredero para un Nuevo Imperio (316-337 d.C.)

El Mundo de Constantino: Nacimiento en la Cúspide del Poder

Cuando Flavio Claudio Constantino nació en Arlés (Arelate) en el año 316, el Imperio Romano estaba experimentando una de sus transformaciones más profundas. Su padre, Constantino I, había pasado la última década consolidando su poder en Occidente tras su famosa victoria en el Puente Milvio en 312. El sistema de la Tetrarquía, ideado por Diocleciano para estabilizar el imperio mediante un gobierno de cuatro emperadores, se había desmoronado en una serie de guerras civiles de las que Constantino estaba emergiendo como la figura dominante, al menos en la mitad occidental. Su nacimiento, como primer hijo varón de Constantino y su segunda esposa, Fausta, fue un evento de capital importancia. No era simplemente el nacimiento de un niño; era la promesa de una nueva dinastía, un alejamiento del principio de mérito de la Tetrarquía hacia un modelo hereditario que aseguraría el poder en su linaje.

El 1 de marzo de 317, en Serdica (la actual Sofía), el niño, que apenas contaba con un año de vida, fue proclamado César. Este nombramiento, junto con el de su hermanastro Crispo (hijo de Constantino con su primera esposa, Minervina) y su primo Licinio II (hijo de Licinio, el emperador de Oriente), fue un claro mensaje político. Constantino estaba diseñando el futuro, colocando a sus vástagos en la línea de sucesión. La púrpura de César no era un título honorífico; confería una autoridad real, aunque subordinada, y marcaba el inicio de una vida dedicada al servicio y, eventualmente, al mando del Estado.

Educación de un César: Tréveris y la Frontera del Rin

La infancia y juventud de Constantino II transcurrieron principalmente en las Galias, una vasta y estratégica prefectura que abarcaba las actuales Francia, Gran Bretaña, España y partes de Alemania. Su capital y residencia habitual era Augusta Treverorum (Tréveris), una ciudad que su padre había convertido en una de las capitales oficiosas del Imperio Occidental. Tréveris no era un remanso de paz. Era un centro neurálgico militar, la primera línea de defensa contra las incursiones de las tribus germánicas al otro lado del Rin. Crecer en este entorno forjó inevitablemente el carácter del joven César.

Su educación fue la que se esperaba de un príncipe romano del siglo IV. Habría sido instruido por los mejores rétores y filósofos, como el famoso rétor galo Emilio Magno Arborio. El currículo incluía una inmersión profunda en la literatura latina y griega, el derecho romano —un pilar fundamental de la administración— y la historia, con un énfasis particular en las hazañas de grandes generales como Alejandro Magno, Escipión el Africano y, por supuesto, su propio padre. Pero su formación más importante no tuvo lugar en el aula, sino en el entorno de la corte y el campamento militar. Desde niño, habría presenciado consejos de guerra, audiencias con dignatarios locales y la incesante planificación logística que requería la defensa de la frontera.

Su padre se aseguró de que su nombre se asociara con el éxito militar desde el principio. Aunque las campañas eran dirigidas por generales experimentados, se llevaban a cabo en nombre del César. En 330, las operaciones contra los alamanes le valieron el título honorífico de Alamannicus. Más significativa fue la campaña de 332 en la frontera del Danubio. Los godos tervingios habían cruzado el río, amenazando la estabilidad de la región. Constantino I envió a su hijo, ahora un adolescente de dieciséis años, al frente (nominal) del ejército. Las legiones romanas infligieron una derrota devastadora a los godos, matando a miles y forzándolos a un tratado de federados (foedus) que los obligaba a proporcionar reclutas al ejército romano. La victoria, celebrada con gran pompa, se atribuyó a Constantino II, consolidando su imagen como un digno heredero militar.

Durante estos veinte años como César, también ejerció responsabilidades administrativas. Presidía tribunales, supervisaba proyectos de construcción y era el punto de referencia del gobierno imperial en Occidente. Aprendió el complejo arte de gestionar la aristocracia senatorial galo-romana, un grupo poderoso y orgulloso con vastas propiedades y una arraigada identidad cultural. Gobernó sobre una región económicamente vital, crucial para el suministro de grano de Britania y los metales preciosos de Hispania. Esta larga experiencia como gobernante subalterno, aunque bajo la atenta mirada de su padre, le proporcionó una sólida formación práctica. Sin embargo, también pudo haber sembrado en él un profundo sentido de derecho y una impaciencia por ejercer el poder supremo de forma independiente.

La Herencia Sangrienta (337 d.C.)

La Muerte del Titán y el Vacío de Poder

El 22 de mayo de 337, Constantino el Grande murió en una villa en Ancirona, cerca de Nicomedia. Su muerte, aunque no inesperada, dejó un peligroso vacío de poder. Durante más de una década, había sido el único dueño del Imperio Romano, una figura colosal cuya autoridad era indiscutible. Había planeado una sucesión que dividía el imperio entre sus tres hijos y dos de sus sobrinos, Dalmacio y Anibaliano. Este plan, que recordaba a la Tetrarquía pero con un fundamento dinástico, pretendía evitar el tipo de guerras civiles que él mismo había librado. Sin embargo, subestimó la ambición de sus propios hijos y la lealtad del ejército hacia su línea directa.

La noticia de su muerte desató el caos. Constancio II, el segundo hijo, que se encontraba en Oriente, llegó primero a Constantinopla para supervisar los funerales de su padre. Fue en este interludio cuando se produjo una de las purgas más brutales de la historia romana. Soldados de la guarnición de la capital, supuestamente indignados ante la idea de que alguien fuera de la descendencia directa de Constantino gobernara, se amotinaron. El resultado fue una masacre sistemática de los parientes masculinos de la familia imperial.

Julio Constancio, hermanastro de Constantino el Grande, fue asesinado junto con su hijo. Dalmacio, el César que debía gobernar los Balcanes, fue ejecutado. Anibaliano, a quien Constantino había nombrado "Rey de Reyes" con la intención de que gobernara sobre los territorios recién conquistados de Armenia y el Ponto, también fue eliminado. En cuestión de semanas, la compleja red de sucesión de Constantino quedó reducida a sus tres hijos: Constantino II, Constancio II y Constante. Dos jóvenes primos, Galo y Juliano (hijos del asesinado Julio Constancio y futuros emperadores), se salvaron milagrosamente, probablemente debido a su corta edad y a su aparente irrelevancia política en ese momento.

El papel exacto de los tres hermanos en esta purga sigue siendo objeto de debate. Las fuentes antiguas, a menudo hostiles a Constancio II, lo presentan como el principal instigador, ya que era el que estaba en el lugar de los hechos y el que más se beneficiaba de la eliminación de Dalmacio y Anibaliano, cuyos territorios se encontraban adyacentes a los suyos. Es muy poco probable que una purga de tal magnitud pudiera haberse llevado a cabo sin su conocimiento y consentimiento. El papel de Constantino II es más oscuro. Desde las Galias, no pudo haber dirigido los acontecimientos, pero es casi seguro que fue informado y dio su aprobación. La eliminación de sus primos consolidaba su propio poder y eliminaba a potenciales rivales. La masacre de 337 fue un acto fundacional del nuevo régimen, un bautismo de sangre que demostró que los hijos de Constantino estaban dispuestos a todo para asegurar su herencia.

El Reparto de Viminacium: Un Triunvirato Inestable

En septiembre de 337, los tres hermanos se encontraron en la ciudad de Viminacium, en Panonia, para formalizar la nueva estructura de poder. Allí, se proclamaron conjuntamente Augustos, asumiendo el título supremo que su padre había ostentado en solitario. El imperio fue dividido formalmente entre ellos, siguiendo en gran medida las líneas de sus anteriores responsabilidades como Césares:

  • Constantino II, como hermano mayor (tenía unos 21 años), recibió el control de las prefecturas de las Galias, Britania e Hispania. Era un territorio que conocía íntimamente, habiéndolo gobernado durante dos décadas.

  • Constancio II (de 20 años) se quedó con la porción más extensa y estratégica: la prefectura de Oriente, que incluía Tracia, Asia Menor, Siria y Egipto. Su principal tarea sería contener la amenaza persistente del Imperio Sasánida.

  • Constante, el más joven (de unos 14 años), recibió un dominio considerable que incluía Italia, África y las vastas provincias de Iliria y los Balcanes.

Sin embargo, el acuerdo contenía una cláusula crucial que sembraría la semilla de la discordia. Debido a la juventud de Constante, Constantino II fue nombrado su tutor legal. Este arreglo, en teoría, tenía sentido: el hermano mayor y más experimentado debía guiar al menor. En la práctica, significaba que Constantino II se sentía con derecho a supervisar e intervenir en los asuntos de Italia y África, dos de las provincias más ricas y prestigiosas del imperio. Para él, no era un reparto entre iguales, sino una jerarquía en la que él ocupaba la cúspide. Esta percepción de superioridad y su negativa a renunciar a ella cuando Constante alcanzara la mayoría de edad se convertirían en el casus belli de la inminente guerra civil.

Constantine II. As Caesar, AD 316-337. Classical Numismatic Group. Creative Commons Attribution-Share Alike 2.5 Generic license. http://www.cngcoins.com

estatua de Constantino II
estatua de Constantino II

Statue of emperor Constantine II as caesar on top of the Cordonata TcfkaPanairjdde. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported, 2.5 Generic, 2.0 Generic and 1.0 Generic license.

Augusto de Occidente: Política, Religión y Resentimiento (337-340)

Gobernando desde Tréveris: Administración y Desafíos

Como Augusto, Constantino II continuó gobernando desde Tréveris. Su administración en estos tres años es, lamentablemente, un lienzo casi en blanco debido a la damnatio memoriae. No obstante, podemos inferir la naturaleza de su gobierno a partir del contexto de la época. Su principal prioridad habría seguido siendo la defensa de la frontera del Rin. El ejército de las Galias (exercitus Gallicanus) era una de las fuerzas de combate más profesionales y leales del imperio, y el emperador que lo comandaba gozaba de un inmenso poder y prestigio. Habría supervisado el mantenimiento de las fortificaciones fronterizas (limes), negociado con las tribus germánicas a través de una combinación de diplomacia y demostraciones de fuerza, y asegurado el flujo constante de reclutas y suministros para sus legiones.

En el ámbito civil, habría continuado la política de su padre de fortalecer la burocracia imperial y asegurar la recaudación de impuestos, vital para mantener al ejército y la corte. La aristocracia galo-romana, con sus vastas fincas y su cultura refinada, habría sido un pilar de su régimen, y él habría tenido que equilibrar sus intereses con las demandas del gobierno central. Sin embargo, a pesar de su larga experiencia, las fuentes sugieren que su carácter era impetuoso y arrogante. El historiador del siglo IV, Aurelio Víctor, lo describe como de un "carácter violento", mientras que otros insinúan su incompetencia. Es difícil saber si estas son descripciones justas o el resultado de la propaganda de su hermano victorioso.

El Campo de Batalla Teológico: Nicea contra Arrio

Más allá de la política secular, el reinado de los hijos de Constantino estuvo dominado por la controversia arriana. El Concilio de Nicea en 325, convocado por Constantino el Grande, había intentado zanjar el debate sobre la naturaleza de Cristo, estableciendo en su Credo que el Hijo era homoousios (de la misma sustancia) que el Padre. Sin embargo, el arrianismo, que sostenía que el Hijo era una criatura creada por el Padre y, por tanto, subordinado a él, seguía teniendo una enorme influencia, especialmente en Oriente.

Los tres hermanos tomaron posturas divergentes en este conflicto, convirtiendo la teología en una extensión de su rivalidad política:

  • Constancio II en Oriente se inclinó decididamente hacia el arrianismo o, más exactamente, hacia varias formas de compromiso "homoianas" que buscaban diluir el Credo de Nicea. Su corte en Constantinopla se convirtió en un refugio para obispos arrianos.

  • Constante, en el centro, se erigió como un campeón de la ortodoxia nicena. Su defensa de los obispos pro-nicenos le granjeó el apoyo del poderoso obispo de Roma.

  • Constantino II también se adhirió firmemente al Credo de Nicea. Para él, defender la ortodoxia occidental era una forma de afirmar su superioridad como el verdadero heredero del legado de su padre (quien, a pesar de sus vaivenes, había presidido Nicea) y de desafiar directamente a su hermano Constancio.

La manifestación más clara de esta política fue su intervención en el caso de Atanasio de Alejandría. Atanasio era la figura más formidable y tenaz del partido niceno. Desterrado por Constantino el Grande en 335 a Tréveris, se encontraba en el territorio de Constantino II cuando el viejo emperador murió. En 337, Constantino II no solo le permitió regresar a su sede episcopal en Alejandría, sino que lo hizo con una carta de apoyo que afirmaba que su regreso cumplía los deseos de su difunto padre. Este acto fue una bofetada directa a Constancio II, en cuyo territorio se encontraba Alejandría. Al reinstalar al mayor enemigo de los arrianos en el corazón del dominio de su hermano, Constantino II estaba utilizando la política eclesiástica como un arma para desestabilizar a su rival y afirmar su propia primacía en los asuntos imperiales.

La Semilla de la Guerra: El Conflicto con Constante

Mientras Constantino II utilizaba la religión para competir con Constancio, su principal fuente de frustración era su hermano menor, Constante. Su tutela, que le otorgaba una autoridad teórica sobre Italia y África, se convirtió en el punto de fricción central. A medida que Constante maduraba, comenzó a gobernar su territorio de forma independiente, ignorando las directrices de su hermano mayor. Se rodeó de sus propios consejeros y generales, y dejó claro que no tenía intención de ceder ni un ápice de su soberanía.

Para Constantino II, esto era inaceptable. Se sentía estafado por el reparto de 337. Consideraba que su porción, aunque estratégica, era menos prestigiosa y rica que la de sus hermanos. Italia, con la antigua capital de Roma, y África, el granero del imperio, eran territorios que creía que le correspondían por derecho de primogenitura. Exigió que Constante le cediera el control de las provincias africanas y la soberanía sobre Italia. Constante, sintiéndose seguro con la lealtad de sus veteranas legiones ilirias, se negó rotundamente. La correspondencia entre las cortes de Tréveris y Milán se volvió cada vez más hostil. A finales de 339, la diplomacia había fracasado. Constantino II, convencido de su superioridad militar y moral, decidió tomar por la fuerza lo que creía que era suyo.

La Caída de un Augusto: Invasión y Muerte (340 d.C.)

La Marcha sobre Italia: Un Error de Cálculo Fatal

A principios de la primavera de 340, Constantino II movilizó a sus ejércitos. Cruzó los Alpes y descendió sobre el norte de Italia en una invasión que pretendía ser una guerra relámpago. Su cálculo estratégico se basaba en varios supuestos, todos ellos erróneos. Primero, subestimó a su hermano. Consideraba a Constante un joven inexperto y creía que su régimen se desmoronaría ante una demostración de fuerza. Segundo, sobreestimó su propio apoyo. Esperaba que las ciudades y guarniciones de Italia le abrieran las puertas, reconociéndolo como el Augusto principal. Tercero, y más importante, eligió un mal momento. Constante no se encontraba en Italia, sino en la provincia de Dacia, supervisando la frontera del Danubio, lo que Constantino II pudo haber interpretado como una oportunidad. Sin embargo, esto significaba que su hermano estaba rodeado por las tropas más duras y experimentadas de todo el ejército romano.

El avance inicial de Constantino II parece haber tenido éxito. Las primeras defensas fueron superadas y avanzó hacia la importante ciudad de Aquilea, un nudo de comunicaciones vital que controlaba el acceso a la península itálica. Pero Constante reaccionó con una celeridad y una astucia que su hermano no había previsto. En lugar de regresar él mismo, despachó a un contingente de sus mejores tropas de Iliria, veteranos curtidos en innumerables escaramuzas fronterizas, bajo el mando de generales competentes y leales.

La Emboscada de Aquilea: Un Final Ignominioso

La estrategia de los generales de Constante fue brillante en su simplicidad. En lugar de enfrentarse al ejército invasor en una batalla campal, donde la superioridad numérica de Constantino II podría haber sido un factor, optaron por la guerra de guerrillas y el engaño. Organizaron una serie de retiradas fingidas, atrayendo al impetuoso Constantino II cada vez más adentro de su territorio, lejos de sus líneas de suministro y en un terreno que ellos conocían a la perfección.

Constantino II, ansioso por una victoria decisiva, mordió el anzuelo. Cerca de Aquilea, mientras lideraba una fuerza de reconocimiento o la vanguardia de su ejército —las fuentes son imprecisas—, cayó en una emboscada perfectamente ejecutada. Las tropas de Constante, ocultas en los bosques y el terreno accidentado, surgieron de repente, rodeando al destacamento del emperador.

El combate fue una masacre. Sorprendido y superado tácticamente, el contingente de Constantino II fue aniquilado. El propio emperador, el hijo mayor de Constantino el Grande, que había sido César durante veinte años y Augusto durante tres, murió en la refriega. Su final fue brutal y carente de toda gloria imperial. Para añadir la máxima humillación, su cuerpo fue recuperado y arrojado al río Alsa.

La noticia de su muerte provocó el colapso inmediato de toda la campaña. Sin su líder, el ejército invasor, compuesto en gran parte por tropas cuya lealtad era más hacia la figura del emperador que hacia la causa, se desintegró. Algunos se rindieron, otros simplemente desertaron e intentaron regresar a las Galias. Constante, sin haber participado personalmente en la batalla, se convirtió en el dueño indiscutible de todo el Imperio Occidental. La guerra fratricida había terminado casi tan rápido como había comenzado, dejando a uno de los tres Augustos muerto y su memoria a merced del vencedor. La ambición de Constantino II no le había ganado un imperio más grande, sino una tumba anónima y la erradicación de su legado de la historia de Roma.

Libros Recomendados en Español

Para aquellos interesados en profundizar en el complejo período de Constantino y sus sucesores, la figura de Constantino II suele ser tratada en el contexto más amplio de la dinastía. Aquí hay algunas obras en español que abordan esta fascinante época:

  1. "La caída del Imperio Romano" de Peter Heather: Aunque se centra en un período posterior, ofrece un contexto excepcional sobre las transformaciones militares y políticas que comenzaron bajo Constantino y sus hijos. Heather es un maestro en explicar las presiones internas y externas que enfrentaba el imperio.

  2. "El sueño de Constantino: El fin del mundo pagano y el nacimiento del cristianismo" de José Manuel Roldán Hervás: Este libro se centra en la figura de Constantino el Grande, pero es fundamental para entender el mundo político y religioso que heredaron sus hijos. Analiza la profunda transformación que supuso la conversión del emperador.

  3. "La Roma de Constantino" de Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio: Una obra magníficamente ilustrada que recrea la ciudad de Roma en la época de Constantino. Ayuda a visualizar el entorno monumental y los cambios que la nueva dinastía imperial y la fe cristiana impusieron en la capital.

  4. "El Bajo Imperio Romano (284-425)" de Stephen Williams y Gerard Friell: Un excelente manual que cubre el período desde Diocleciano hasta Teodosio, situando perfectamente el reinado de los hijos de Constantino en su contexto. Analiza las reformas administrativas, militares y las tensiones dinásticas de la época.

  5. "Juliano. El último emperador pagano" de Gore Vidal: Aunque es una novela histórica, esta obra ofrece un retrato vívido y extraordinariamente bien documentado de la corte de los hijos de Constantino, visto a través de los ojos de su primo Juliano. Proporciona una inmersión profunda en las intrigas políticas y religiosas de la época.